La pintura de Lois es deliberadamente apagada y de tintes sobrios,
aflora en ella cierto humor ácido y un dejo de melancolía que recuerda, por
momentos, la obra de Gutiérrez Solana, y cierto goyesquismo en lo temático.
Hay en su obra seres desesperanzados y desamparados, paisajes plenos de
silencio y extraña quietud, niños en actitud de espera, naufragios de la vida y
el mar que recorren el mundo en permanente zozobra, heridos por los embates del
paso del tiempo y el desequilibrio de la justicia humana.
El artista rescata la condición humana y sus avatares, la felicidad, la
nostalgia de los tiempos florecidos, de las viejas casonas de barrio, la
historia de sus puentes y sus recovecos, como la instancia sensible y delicada
que maneja un tiempo a veces atroz, adormilado en el follaje de los árboles
batidos por el viento, y en la gran llanura que se expande en las cuatro
direcciones, marcando recónditos mitos y demarcaciones extrañas, siempre caras
al sentimiento.
Lois puede ser visto como un artista preocupado por lo social del hombre
y su trabajo, pero que incorpora a esa visión la intimidad poética de las
grandes soledades, y los miedos inquietos, el perfume sencillo de la vida y de
los rincones que habitan en sus personajes.
Su materia es rica y sensible, en ciertos trabajos adquiere ese valor
táctil que hace que una pintura parece tocarse y sentirse con la yema de los
dedos, en un verdadero ritual de acercamiento. Recordamos entre esas, La muerte del violín, un instrumento
aparece desgajado y abandonado en un primer plano, que se esfuma hacia atrás y
adentro del cuadro en un significativo y otoñal paisaje.
Otro tanto ocurre con sus bodegones, plenamente matéricos, que en alguno
destaca el amarillo vivo de un trozo de zapallo y un pescado, sobre la mesa
rústica, en las que avanzan las gamas bajas y apagadas de las que gusta el
artista.
Lois es un pintor que le conmueve el silencio, a quien no le gusta
apropiarse de desmesuras, y si lo humilde y sencillo, que aparece como
componente de la vida cotidiana a la que agrega una sabia dosis de ternura.
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