Laburantes del río

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domingo, 23 de abril de 2017

Rolando Lois. La condición sensible por Manuel Madrid (La Actualidad Arte y Cultura, 1994)

La pintura de Lois es deliberadamente apagada y de tintes sobrios, aflora en ella cierto humor ácido y un dejo de melancolía que recuerda, por momentos, la obra de Gutiérrez Solana, y cierto goyesquismo en lo temático.
Hay en su obra seres desesperanzados y desamparados, paisajes plenos de silencio y extraña quietud, niños en actitud de espera, naufragios de la vida y el mar que recorren el mundo en permanente zozobra, heridos por los embates del paso del tiempo y el desequilibrio de la justicia humana.
El artista rescata la condición humana y sus avatares, la felicidad, la nostalgia de los tiempos florecidos, de las viejas casonas de barrio, la historia de sus puentes y sus recovecos, como la instancia sensible y delicada que maneja un tiempo a veces atroz, adormilado en el follaje de los árboles batidos por el viento, y en la gran llanura que se expande en las cuatro direcciones, marcando recónditos mitos y demarcaciones extrañas, siempre caras al sentimiento.
Lois puede ser visto como un artista preocupado por lo social del hombre y su trabajo, pero que incorpora a esa visión la intimidad poética de las grandes soledades, y los miedos inquietos, el perfume sencillo de la vida y de los rincones que habitan en sus personajes.
Su materia es rica y sensible, en ciertos trabajos adquiere ese valor táctil que hace que una pintura parece tocarse y sentirse con la yema de los dedos, en un verdadero ritual de acercamiento. Recordamos entre esas, La muerte del violín, un instrumento aparece desgajado y abandonado en un primer plano, que se esfuma hacia atrás y adentro del cuadro en un significativo y otoñal paisaje.
Otro tanto ocurre con sus bodegones, plenamente matéricos, que en alguno destaca el amarillo vivo de un trozo de zapallo y un pescado, sobre la mesa rústica, en las que avanzan las gamas bajas y apagadas de las que gusta el artista.

Lois es un pintor que le conmueve el silencio, a quien no le gusta apropiarse de desmesuras, y si lo humilde y sencillo, que aparece como componente de la vida cotidiana a la que agrega una sabia dosis de ternura.

Rolando Lois por Osiris Chiérico (La actualidad en el arte, 1991)

Olvido.1989
Rolando Lois pinta robustas naturalezas muertas, escenas campesinas en las que las figuras parecen surgir del entorno más que habitarlo, atisbos de barrio, pero recorriendo su obra no puede dejar de verificarse su amor por el paisaje, campestre o marino, pero sobre todo por los cielos que le dan a cualquier cosa que ocurra bajo ellos una definición profunda, un espíritu denso, casi una subordinación a su particular carácter. Y no es aventurado conjeturar que esas presencias siempre móviles, en perpetua mutación, ese universo de incesantes sugerencias, es en definitiva el elemento donde debe buscarse la clave de esta pintura encarada con tanta claridad, con tanta necesidad de asumir un lenguaje que transmitiera su amor por las cosas, su espíritu sensible, su ojo ansioso y apasionado. A Rolando Lois lo enamoran los cielos, los mira –y los pinta- llenos de mensajes, de alusiones, de contenidos, lo que en primera instancia parecería imposible dada su fugacidad, su materia cambiante, su color mutante. Pero eso es, se me ocurre, lo que busca detener, fijar, cristalizar el pintor en sus paisajes. Luego todo parecerá estar condicionado por esa presencia ambigua y huidiza, desde las figuras hasta todo lo que aparezca en la tierra o sobre el agua –un embarcadero, una hondonada, un rancho de piedra, la ochava de una esquina barriera, la furia de una tormenta marina o los espectros de tres o cuatro árboles secos- como si le fuera fatal al pintor que así fuera. El arte –decía Van Gogh- es el hombre agregado a la naturaleza. Y de esa amalgama, más que de cualquier otra razón intelectual, surgen pinturas como la de Rolando Lois y cielos como los suyos, tan comprometidos con el pintor, tan definitorios de su personalidad. El color, generalmente bajo, asordinado, melancólico, ensimismado no hace más que corroborar ese espíritu, tanto como el ascetismo de su dibujo.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Rolando Lois: la memoria y su imagen por Salvador Linares

Rolando Lois
El mundo plástico de Rolando Lois es el resultado de un constante trabajo en el taller. Una actitud reflexiva, que modera el impulso emocional, hace que prefiriera lo profundo a lo espectacular, buscando el trazo definido en el dibujo y el empaste substancial y macerado de la materia. La suya es una pintura recóndita que parece indagar en el espacio la propia memoria de lo contemplado.
En una reciente conversación informal hemos ido abordando diversos tópicos del arte y algunas referencias vivenciales, que completan la imagen del artista y la comprensión de su obra.
Porteño esencial afirma que Boedo es el barrio en que “se hizo hombre”. Con nostalgia se ve joven y evoca, como en la poesía de Manzi, la esquina del herrero y esa pampa que en los años 40, desde el sur aun entraba a la ciudad.
En este mundo globalizado en que los barrios van quedando distantes sin memoria y por ende, sin añoranzas, reemplazados por una virtualidad insustancial y anodina, Rolando Lois gusta repasar los lugares en que nació su vocación y estimularon su imaginación.
El tango por la mañana / tiene ritmo de caderas / de fabriqueras, dice la copla. Así veía Lois a las cimbreantes pibas de la Avenida Independencia, que fueron modelo de sus cuadros y compañeras de los bailes en el Salón 25 de Mayo. También se recuerda, acodado en una mesa del “Gran Boedo”, rememorando el fantasma del mazorquero Ciriaco Cuitiño, fusilado y ahorcado en la plaza Independencia, muy cerca de la que fue su casa. El barrio lo pobló de historias y él nutrió con ellas su pintura.
Decía sabiamente André Lhote: [...] no es artista el que pinta para hacer cuadros, sino, más honradamente, el que pinta para aprender a pintar. Quien haya seguido de cerca la trayectoria de Rolando Lois comprobará que este concepto es aplicable estrictamente a toda su obra.
No es que sus cuadros de hoy demuestren una mejor elaboración que los de ayer. Ese aprendizaje diario que señala Lhote, no se refiere exclusivamente a la virtuosidad del oficio, sino a la profundidad del pensamiento. Pruebas al canto. Escribía yo, hace exactamente diez años en la revista La Actualidad en el Arte, refiriéndome a su pintura: Amasar, macerar, cargar luego el pincel con esa sustancia que va a transmitir el “color” preciso de la idea; construir sobre el soporte con esa argamasa y ese tinte un paisaje que, partiendo de la realidad inmediata, ostentará el profundo halo de un recuerdo entrañable, esa es la virtud de este artista que confiere a su paleta las tonalidades profundas de un fagote.
Salvador Linares
Lo dicho vale para su pintura actual con el agregado que otorga esa sapiencia adquirida en la laboriosa rutina del taller que mencionábamos al comienzo y la alegre libertad que confieren los años a los que bien maduran.
Con respecto al párrafo que rescatábamos de hace una década, nos dice el artista:
–Recuerdo, allá por 1941, que mi profesora de dibujo de la escuela, una española de Castilla la Vieja, me enseñaba que esa manera de pintar se llamaba “recordación inventiva”. La mayoría de mis cuadros tienen un motivo central que lo da la naturaleza o el azar, pero todo el carácter del entorno es mío, pertenece a esa “recordación inventiva”. Leyendo El arte y sus secretos de Max J. Friedlander encuentro esta frase confirmatoria: Las creaciones artísticas que imitan a la naturaleza y las que brotan de la fantasía, en realidad no existen. Al pintar apartamos la mirada de la naturaleza o cualquier otro motivo y realizamos una imagen de la memoria.
–¿Cuál y cómo debe ser la formación de un pintor?
–Hay quienes piensan que la academia, el conocimiento teórico, te convierte en un artista, en un maestro y no es así. El artista nace cuando encuentra su propia personalidad –grande o pequeña, pero auténtica– y la desarrolla mientras perfecciona el oficio. El que no trabaja, nunca llegará a nada.
Lois, además de exaltar la constancia y la dedicación, cree más en el instinto y en los sentimientos que en las escuelas, aunque en sus inicios buscó las enseñanzas de dos grandes maestros: Demetrio Urruchúa y Héctor Tessarolo. Recordando aquellos años nos refiere Lois:
–Urruchúa fue el maestro con la mayor cantidad de alumnos que se haya conocido. A sus clases llegaban a concurrir cuarenta, cincuenta o más estudiantes –hombres y mujeres– y su método no consistía en la enseñanza práctica directa, sino en sesiones donde se analizaban las obras que habían pintado en sus talleres los discípulos. Eran grandes debates en que, no sólo opinaba el profesor, también lo hacía el grueso de la concurrencia. Esto da una idea del margen de libertad creativa que propiciaba el maestro y su deseo de no producir imitadores de su estilo si no verdaderas singularidades creadoras.
–¿Cuál es la temática de tus cuadros y por qué?
–Pienso que el pintor debe de estar comprometido con la época que le ha tocado vivir. Tomar posiciones políticas y sociales, participar de las venturas y desventuras del pueblo. No digo que tenga que hacer un arte militante. Se puede caer en lo panfletario y eso es negativo, no es la misión de la pintura. Uno puede hacer un arte cargado de sentido político y social pintando un paisaje, un bodegón, unas flores, un desnudo o un retrato. El mensaje está en la intención y el tratamiento de la obra, subyace en el trazo o en la pincelada.
En mi caso particular, siempre me gustó el paisaje. Siendo porteño, viviendo como un porteño, sin embargo, siempre me atrajo el paisaje de campo, el deslinde pampeano. También he pintado y pinto el mar, las playas y las barcas, las casas y las barracas de la costa. Dentro del tema me impresionó una anécdota del genial pintor inglés Turner. Dicen que se hizo atar al palo mayor de una fragata, para no ser barrido por las olas, y poder así observar y experimentar todas las alternativas de una tempestad. Cuántos cuadros habrán surgido después de ese recuerdo, cuántas “recordaciones inventivas”.
–¿Qué otros maestros, aparte de Urruchúa y Tessarolo han dejado huella en su pintura?
–Yo no diría huellas, porque la huella es identidad. Yo no imito a nadie. Tengo mi propia identidad, no me importa si pequeña o grande. A mí la imitación me da vergüenza ajena. Pienso en el caso de Quinquela e Imperiale, donde el imitador se convierte en una alternativa del precio de algo que apenas se parece al original. Es muy triste. Yo admiro a De Ferrari, pero ¿qué tengo yo de De Ferrari? Nada. En cambio viendo su obra aprendí a amasar la materia, a buscar el color capa sobre capa y por contagio tonal, a ordenar la superficie de la tela en dos grandes zonas –olas, decía él– complementarias y una menor como respuesta. No copié su imagen; él me enseñó el discurso esencial de la pintura, lo que no se ve. Lo mismo puedo decir de otros grandes artistas como Castagnino, Rossi, Policastro, Spillimbergo, Bruzzone, Berni. A todos les debo algo, menos la imagen de lo que hago. Cuando chico, sí. Recuerdo que copiaba los cuadros del hoy olvidado Antonio Parodi, “el pintor del campo argentino”, lo llamaban. Con mis pinturitas de escolar iba reproduciendo sus láminas y haciéndome la mano del futuro plástico. Esto me valió que cuando mi maestra de 1° Superior, la señora Filomena Strático, preguntara, en vísperas del 12 de octubre, quién se animaba a pintar con tizas de colores las carabelas de Colón en el pizarrón, saltara decidido y, desde entonces, me convirtiera en el dibujante y pintor oficial del colegio hasta concluir el 6° grado.
De mi infancia aprendí también que uno puede aspirar a un imposible en sus proyectos y utilizarlo como motor de alternativas realizables. No sé por qué les pedía a mis padres con una insistencia torturante que me compraran un potrillo. ¿Por qué un potrillo y no una bicicleta, un monopatín? Pienso porque tampoco me los hubieran podido comprar, entonces para no tener, era mejor no tener un potrillo. Estaba instalado en mi imaginación. Mi madre me preguntaba dónde lo iba a poner; y yo le contestaba que “al lado de mi cama”. Vivíamos con mis tres hermanos en la pieza de un conventillo y yo pretendía agregar a la convivencia un caballito de verdad.
Seguramente hubo otros inalcanzables potrillos en mi vida. También me hubiera gustado ser Roualt o Manet o Cézanne y fui Lois. Y está bien: digo lo mío y es totalmente mío.
–¿Cuál es el destino de la pintura en un momento de tanta experimentación y búsqueda?
–El destino de la pintura no puede ser otro que el destino del hombre. A los que pregonan su muerte les digo que sólo será posible cuando el planeta se encuentre deshabitado. La pintura, tal cual la conocemos, con su soporte de tela y sus pinceles y sus espátulas, los pomos de óleos o acrílicos, persistirá a pesar de todas las alternativas o modas posmodernas.
–Es verdad, no se entiende por qué la aceptación de la tecnología electrónica, la digitalización computada o cualquier otra técnica avanzada de expresión deba invalidar a los medios tradicionales. Se trata de alternativas, no de sustituciones. En todo caso hay que sumar y no restar. Siempre fue así. Los artistas se manifestaban con la piedra y desde la piedra o con la madera; surgieron los metales y sus métodos de fundirlos y colarlos en moldes, entonces fueron la piedra y la madera más los metales colados; se agregaron luego los metales blandos y las resinas y la creatividad humana continuó expresándose a través de todos los materiales sin que se invalidaran unos a otros. De la misma manera que la fotografía no acabó con la pintura ni el cine sustituyó al teatro. Pero alguien decretó que no hay coexistencia posible, entonces los concursos y certámenes, los premios, las bienales, las preselecciones de obras para competiciones, las invitaciones a exposiciones, quedaron abiertas sólo a la posmodernidad. Hay hasta jactancia de que en una muestra no se exhiban pinturas en soporte tradicional, como ocurrió en la convocatoria inaugural de la Ciudad Cultural Konex. Existe en este sentido una verdadera discriminación por parte de los dictatoriales curadores de manifestaciones de la plástica, que han dictaminado que las instalaciones y la imagen digital, configuren el único leguaje plástico de nuestro tiempo.
–Leía días pasados que un coleccionista pagó 28.000 dólares por una lata de conserva conteniendo materia fecal del “artista” italiano Piero Manzoni, quien a su muerte, en 1963, dejó 90 latas numeradas y firmadas y fueron rematadas por la Casa Sothebys.
En un tiempo decían que estas manifestaciones eran una manera de “asustar al burgués”, que lo tiene todo; para sacudirlo de la modorra que le provocaba su hartazgo y ponerlos así a pensar en algo. Pero ojo, a mí, que soy un humano como cualquier otro y no pude tener ni un potrillo, no me causa ninguna gracia que me ofrezcan una lata con mierda. Que encima se remata en Sothebys de Londres y como sale un huevo y medio, aunque quisiera, tampoco podría comprarla.
–Eso entra en los parámetros de lo que llaman “arte conceptual”; un “arte” que ni siquiera necesita corporizarse en obra, ya que según dicen los teóricos, por sólo ser pensado, si quien lo piensa es un artista, basta y sobra para declararlo producto terminado. En este caso el pensamiento escatológico, en todo sentido, de Manzoni se ha materializado en una lata con mierda. Es curioso como se ha tergiversado el mensaje original de estas expresiones contestatarias que tuvieron vigencia en los años esplendorosos de la revolución surrealista. Cierta vez le preguntaron a André Bretón, máximo pope del movimiento, qué era la belleza. Y Bretón respondió: “Un pedazo de carroña, la cabeza de un gato muerto”. ¿Por qué?, insistieron. Y él contestó: “Porque no tienen precio”. Esa belleza de la gratuidad, que pareciera convertir a cualquier cosa en obra de arte, se ve desmentida por los 28 mil verdes del coleccionista. El sistema saca rédito de todo y hace pingües negocios con la rebeldía, como ocurre con la estampa del Che en las camisetas.
–Volviendo al tema anterior, yo creo que el artista tiene el derecho a expresarse, cualquiera sea el camino elegido. También tiene todo el derecho a la experimentación. A lo que no hay derecho, es a la discriminación. Me siento excluido del circuito institucional de las artes plásticas. Los lugares en que podemos exponer o concursar los que nos expresamos de una manera tradicional, son escasos y de un nivel inferior. Desde ya no somos invitados a participar de ningún evento de trascendencia sea este nacional o internacional.
–¿Cuál ha sido tu última actividad?
–Estoy incursionando en el pequeño formato, en superficies que parten de apenas 16x6 centímetros. Fue a raíz de unas pruebas que hice con pintura al acrílico. Empecé a jugar en unos cartoncitos y encontré un mundo de una riqueza impensada. Con ese material de secado rápido era posible rescatar una serie de paisajes que vivían en mi memoria y tenía postergados. Fui recuperando momentos muy luminosos de mi vida y aplicando cabalmente aquella “recordación inventiva” que me enseñara mi primera maestra, descubrí así, la grandeza del pequeño formato.

 Nota aparecida en la publicación mensual de la SAAP (Sociedad Argentina de Artistas Plásticos).

jueves, 8 de diciembre de 2016

Rolando Lois

Nació en la ciudad de Buenos Aires el 15 de octubre de 1930.
Heredó de su padre, Julio Martín, el amor por la pintura. En la escuela primaria fue el dibujante de las fechas patrias hasta sexto grado. En la adolescencia fue alumno del maestro Antonio Parodi: “El pintor del campo argentino”. A los veintidós años integró el conjunto de estudiantes del maestro Demetrio Urruchúa. Luego de esa formación se fue haciendo de amigos y conocidos en el ambiente del arte: Luis Dottori, Eolo Pons, Eduardo Liguori, Héctor Tessarolo. Con los años empezó a intervenir en salones y exposiciones colectivas hasta que llegó el turno de la muestra individual. En tanto camino transitado, y por vocación de servicio, trató de ser útil a las instituciones. Fue socio fundador e integró la comisión directiva de la Sociedad de Artistas Plásticos Independientes (S.A.P.I.) de 3 de Febrero (1972). Fue integrante de la comisión directiva de Gente de Artes y Letras Impulso de La Boca (1980). En la Asociación Estímulo de Bellas Artes fue vocal (1984), tesorero (2004), y presidente (2008-2012). La Sociedad Argentina de Artistas Plásticos también lo tuvo en su comisión directiva en 1986, cuando se presentó en el Congreso de la Nación el proyecto para la ley del artista plástico. En la actualidad integra la comisión asesora de dicha institución junto a Antonio Pujía, Felipe Noé, Aníbal Cedrón, Ana Tarsia y Oscar Staffora.
Lleva realizadas más de treinta muestras individuales en galerías e instituciones: Galería H, Witcomb, Asociación Estímulo de Bellas Artes, S.A.A.P., Lezica Park, Gente de Artes y Letras Impulso, Reguán, Centro Cultural Recoleta, Palais de Glace, Museo Pompeo Boggio de Chivilcoy, Museo de Artes Plásticas de San Martín, Museo Santiago Parodi, Museo de Arte e Historia de Los Toldos. En este último museo también se desempeñó como restaurador de veinte obras deterioradas.
Como organizador de exposiciones dirigió la galería de arte del Banco Cooperativo de Caseros, y durante veinte años concretó diversas exposiciones, individuales y colectivas, para el Museo Pompeo Boggio de Chivilcoy.
Participó en más de doscientas muestras colectivas e intervino en sesenta y seis salones entre nacionales, provinciales, municipales y privados. En 1980 obtuvo el primer premio adquisición en la ciudad de Pergamino. En 1981 dejó de intervenir en salones.
Fue jurado en salones provinciales, municipales y privados: 3 de Febrero, Chivilcoy, San Isidro, y otros.
Entre las distinciones recibidas figura: Distinción entregada por la comisión de homenaje de la ciudad de Haedo (1986); El pincel del ángel, Museo de Bellas Artes de San Martín (1999); Distinción otorgada por el Encuentro de Cultura Celta (1999); Medalla de la Municipalidad de Chivilcoy (2000); Medalla de la Junta de Estudios Históricos del Barrrio de Boedo (2002); Medalla del barrio de La Boca (2006); Paleta del pintor, S.A.P.I. (2010); Medalla de S.A.A.P. como socio honorario (2010); Plaqueta de los artistas plásticos de Mendoza (2010); y recibió más de treinta diplomas: Gente de Artes y Letras Impulso, Asociación Estímulo de Bellas Artes, S.A.A.P., S.A.P.I., Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo, Municipalidad de Lanús, Fondo Nacional de las Artes, Municipalidad de 3 de Febrero, Banco Cooperativo de Caseros.
En 1995 integró un grupo de artistas organizado en el ámbito de la Central de Trabajadores de la Argentina (C.T.A.). Realizaron una primera muestra, titulada “Sin pan y sin trabajo”, en homenaje a los cien años de la obra realizada por Ernesto de la Cárcova. En 1996 realizaron la muestra “Demanda contra el olvido” al cumplirse veinte años del golpe que iniciara la dictadura. También en 1996 tuvo lugar la muestra “La desocupación y sus consecuencias”. En 1997 se realizó la muestra, con noventa y dos participantes, “Homenaje al Che”, con motivo del hallazgo de los restos del revolucionario asesinado en Bolivia. Algunos integrantes del grupo: Néstor Berllés, Dora Bianchi, Elsa Ferro, Hugo Marchi, Alejandro Taucar, Arrigo Todesca.
El Museo de Artes Plásticas de San Martín designó con su nombre un sector de su sala de exposición, en reconocimiento por la ayuda y el aporte de obras de distintos pintores amigos que pertenecían a su pinacoteca personal (2011).

Su obra recibió comentarios en revistas como Temas, Tiempo y Lugar, Correo del Arte, Dinamis, La Actualidad en el Arte, Lys, Ser en la Cultura, etc., y en diarios como El Mundo, Clarín, La Prensa, La Opinión de Pergamino, El Civismo de Luján, Informaciones de San Martín, Tribuna de Los Toldos, El Tiempo de Azul, Crecer de Río Hondo, La Campaña y La Razón de Chivilcoy, periódico de S.A.A.P, periódico Desde Boedo, A.B.C., La Hoja de San Miguel, El Tribuno de Salta.
También consignan su pintura los libros Arte 80 (Correo Editorial, 1980), Anuario Latinoamericano de Artes Plásticas 81 (Correo Editorial, 1981), Arte Argentino Actual 94 (La Actualidad en el Arte, 1994), SAAP “85 Años en el arte” (SAAP, 2010), Paletas artísticas (SAAP, 2013), Entre-Contrastes (SAAP, 2013).

Su trayectoria artística ha sido comentada por:

·         Luis Alberto Murray.
·         Oscar Félix Haedo.
·         Amadeo Dell Acqua.
·         José Pugliese.
·         Vicente Caride.
·         Rodolfo Bretones.
·         Osiris Chiérico.
·         Salvador Linares.
·         Manuel Madrid.
·         Haydée Breslav.
·         Pedro Gaeta.

Obras en espacios públicos:

·         Museo Ricardo Güiraldes de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires.
·         Fundación Banco Cooperativo de Caseros, provincia de Buenos Aires.
·         Museo Judío de Artes Plásticas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
·         Museo de Arte e Historia de Los Toldos, provincia de Buenos Aires.
·         Museo Provincial de Artes de Santa Rosa, La Pampa.
·         Museo de Artes Plásticas Pompeo Boggio de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires.
·         Museo de Artes Plásticas de San Martín, provincia de Buenos Aires.
·         Museo Provincial de Salta.
·         Museo de Bellas Artes Fundación Hugo Irureta de Tilcara, Jujuy.
·         Casa de la Cultura de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires.
·         Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
·         Asociación Estímulo de Bellas Artes, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
·         Asociación Cultural Ameghino, Luján, provincia de Buenos Aires.
·         Municipalidad de 3 de Febrero, provincia de Buenos Aires.
·         Municipalidad de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires.
·         Mercy Hospital de Miami, Florida, Estados Unidos.
·         Ayuntamiento de Castell de Felds, Barcelona, España.
·         Centro Cultural de Acapulco, México.
·         Museo Casa del Poeta, Merlo, provincia de San Luis.
·         Embajada de Cuba, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
·         Museo de la ciudad de Salta “Casa de Hernández”, provincia de Salta.
·         Museo Santiago Parodi, Caseros, provincia de Buenos Aires.
En abril de 2015 donó a la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP) su colección de pinceles de artistas plásticos: Pinceles con historia. Durante más de cincuenta años pidió un pincel a artistas que él respetara por su arte y trayectoria. Más de 160 pinceles guarda la vitrina de la sala Leopoldo Presas. Entre los artistas presentes en esta muestra permanente de memoria y herramienta, se encuentran: César López Claro, Raúl Lozza, Enrique Policastro, Leopoldo Presas, Francisco Reyes, Lino E. Spilimbergo, Demetrio Urruchúa, Vito Campanella, Juan José Cartasso, Ponciano Cárdenas, Tomás Ditaranto, Demetrio Iramain, Carlos Cañás, Pedro Gaeta, Derlis Maddonni, Roberto González, Rodolfo Medina.